Chiclayo en Línea. – Nadie podrá compensar el dolor de los familiares de las 31 víctimas del distrito de Oronccoy en Ayacucho que fueron ejecutadas y desaparecidas a manos del grupo terrorista Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas entre 1983 y 1986, en el marco de la guerra interna. Sin embargo, la restitución y entierro de los restos de los cuerpos de estas personas les procurará algo de alivio y consuelo.
La restitución
El martes 11 de julio, la plaza principal de Oronccoy, uno de los distritos más pobres de la provincia de La Mar, en Ayacucho, se convirtió en el lugar de entrega de estos restos de cuerpos ultimados. El Equipo Forense Especial de Ayacucho junto con representantes del Ministerio Público fueron los encargados de la entrega de los restos humanos en bolsitas de papel para luego acomodarlos cuidadosamente en sus respectivos féretros. También entregaron algunas prendas de ropa como chompas y sombreros que fueron identificados como parte del atuendo de estas personas ejecutadas por ambos bandos.
Todo fue realizado delante de las familias, a quienes les explicaron lo hallado para luego sellar cada ataúd. Una escena que provocó la conmoción, el llanto amargo de esposas, madres e hijos.
La mayoría de los cuerpos son de Oronccoy, pero fueron asesinados y desaparecidos en Cabracancha y Estancayoq, comunidades cercanas.
Además, más de la mitad de los cuerpos hallados corresponden a menores de edad.
Es el caso de Edwin Castro Baldeón (7 años), quien en 1983 fue detenido arbitrariamente en Torota por militares y posteriormente ejecutado extrajudicialmente en Chuschi Huaycco. Sus padres tuvieron el mismo final trágico.
Hilda Sulca Alarcón (41 años) es su hermana, aunque lleva otros apellidos porque fue criada por otra familia. Ella recuerda el momento en que su madre Ildaura Baldeón (40 años) fue desaparecida por los militares.
“Yo recuerdo que mi mamá estaba sentada afuera de la casa y llegaron los militares. Mi mamá se escapó al monte, me dejó en la puerta y se fue corriendo. Me dijo en quechua que iba a venir y atrás de ella se fueron dos hombres armados, no sé si la mataron allí”, contó.
“Yo vi todo, yo quería escapar”
Ana Huamán Carrasco (42 años) es hija de Daniel Huamán García, muerto también por militares.
“Mi papá murió el 11 de enero de 1987 en Moyobamba. Vivíamos en una cueva. Estábamos cultivando maíz cuando dos personas mandaron a sus compañeros a traer hoja de coca a Chapi. A mi papá lo confundieron con los que iban a traer coca, le estaba cortando el cabello a mi hermano mayor y le dijeron ¡alto!, él pensaba que estaban bromeando y cuando vio que estaban armados corrió hacia abajo y cuando estaba corriendo le lanzaron granadas, allí lo mataron a mi papá. Yo vi todo, yo quería escapar, pero mi mamá me agarró fuerte de mi mano, sino a todos nos iban a matar”, narró Ana.
Ese mismo día, ella fue testigo cómo los militares acorralaron a su madre con armas para interrogarla, en medio de insultos.
“A mi mamá la empezaron a interrogar, la rodearon con armas los policías y los soldados. Le preguntaban quién era su jefe y mi mamá decía que no sabía nada y que trabajaba en la chacra. Le decían: ‘Te voy a matar, vieja de mierda’. Ella les dijo: ‘Si quieren matarme, mata a mis dos hijos y después mátame’, recuerda.
Valentín Rimachi Lima es otro menor de edad asesinado por un grupo de militares y ronderos. Lo hallaron en Cabracancha, donde se encontraba refugiado debido a las constantes incursiones militares. Al ser hallado, fue asesinado a disparos junto a su familia.
El artista Jesús Cossio entregó retratos que hizo basado en los relatos de los familiares más cercanos de las víctimas.
La razón: no tenían fotografías de ellos. También se los dio a quienes no encontraron los cuerpos o restos de estos para consolar su dolor y retener en su memoria los pedazos de recuerdo de sus víctimas.
El entierro
Tras la entrega de los cuerpos, el miércoles 12 de julio fue el entierro. La noche anterior los velaron en la humilde parroquia de Oronccoy. Mujeres y hombres de todas las edades sentados en frías sillas blancas de plástico contemplaban a sus muertos, bajo el reflejo de la luz de las velas incandescentes.
Sobre los ataúdes habían colocado arreglos de flores artificiales y en muchos casos muñequitos de tela, evocando a los menores de edad ejecutados.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) apoyó a los familiares con camionetas para trasladar a los féretros hasta un determinado punto.
De allí, los hombres cargaron en sus espaldas los cajones hasta llevarlos al cementerio Chuyuna. Allí los esperaban su destino, los nichos finales.
Reunidos todos en el camposanto se realizó una pequeña ceremonia, donde les cantaron en quechua a las víctimas para su última despedida.
En distrito diezmado por Sendero y las FF.AA
Durante el conflicto interno de los años 80, la población de Oronccoy fue diezmada por los enfrentamientos tanto de Sendero Luminoso como de las Fuerzas Armadas, por lo que quedó despoblada en su mayor parte.
Muchos de sus habitantes fueron asesinados, desaparecidos o huyeron a las ciudades más accesibles, principalmente Andahuaylas y Ayacucho. La mayor parte de la población actual está conformada por los llamados “retornantes” que regresaron luego de la pacificación y empezaron a buscar el desarrollo por sus propios medios, puesto que la zona se encuentra aislada y lejos de la atención del Gobierno central.
El distrito de Oronccoy fue creado mediante la ley n.º 30457 el 14 de junio de 2016. (Fuente: La República)
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