Chiclayo en Línea.- Ante el reciente anuncio de la Comisión Multisectorial del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (Enfen) sobre la probabilidad de que este año se manifieste un nuevo episodio de este evento en el Perú, es importante conocer qué es este fenómeno, cuáles son sus características y cómo se presenta en nuestro país, entre otros aspectos relevantes para comprender mejor su naturaleza y efectos.
Concepto y características del Fenómeno El Niño
En primer término, hay que indicar que el concepto de Fenómeno El Niño se estableció a fines del siglo XIX e inicios del XX en referencia al calentamiento anormal de la costa norte peruana, asociado a la llamada “corriente del
Niño”, y a fuertes lluvias asociadas.
Posteriormente, la comunidad científica internacional relacionó este calentamiento costero con un calentamiento más extenso en el Pacífico ecuatorial, así como las fluctuaciones de presión atmosférica entre el Pacífico oriental y occidental, dando origen al concepto de El Niño-Oscilación Sur (ENOS), un fenómeno donde la atmósfera y el océano actúan en conjunto.
Debido a la ambigüedad asociada a la definición de El Niño, el Comité Enfen introdujo dos nuevos conceptos que explícitamente diferencian las fluctuaciones de temperatura superficial del mar (TSM) frente al Perú y Ecuador de las del Pacífico central.
El primer concepto sostiene que El Niño costero se basa en el concepto original de El Niño y se define como presencia de la TSM por encima del promedio en forma persistente durante varios meses en la región del Océano Pacífico adyacente a la costa del norte del Perú y de Ecuador, principalmente.
Los mecanismos que lo generan ni los impactos en el país no son parte de la definición, pero este evento puede ocurrir asociado tanto como parte de ENOS, con alteraciones de gran escala del campo de presión atmosférica, vientos y ondas oceánicas en el Pacífico Ecuatorial, como debido a alteraciones en la circulación atmosférica localmente, en el Pacífico oriental. Puede estar asociado a lluvias muy fuertes en la costa norte durante el verano, pero no necesariamente y ocasiona impactos en el ecosistema marino, de acuerdo con su magnitud y persistencia.
Para identificar la ocurrencia y magnitud de El Niño costero en forma operativa, el Enfen creó el Índice Costero El Niño (ICEN), que consiste en la media corrida de tres meses de las anomalías mensuales de la TSM en la región “Niño 1+2”. Para calificar como El Niño costero, el ICEN debe exceder +0,4°C al menos durante tres meses consecutivos. La magnitud del evento puede ser débil, moderado, fuerte o extraordinario según los tres valores máximos del ICEN durante este.
En el año 2015, el Enfen implementó un Sistema de Alerta de El Niño Costero para alertar de la presencia de El Niño Costero más oportunamente, sin tener que esperar el cumplimiento del criterio anterior.
El segundo concepto se refiere a El Niño en el Pacífico central, que es más afín al concepto de ENOS y el Enfen utiliza el Índice Oceánico Niño (ONI en inglés) de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EE.UU., basado en la TSM en la región “Niño 3+4” en el Pacífico central, para su identificación. Las fluctuaciones en esta región también son relevantes al Perú. Por ejemplo, en verano, “El Niño en el Pacífico central” tiende a reducir las lluvias en los Andes y la Amazonía peruana.
La versión opuesta de ambas definiciones de El Niño, es decir con condiciones más frías que lo normal, se denomina “La Niña”. Si la situación no corresponde ni a El Niño ni a La Niña, se denomina “neutro”.
En general, un evento específico puede ser una combinación de El Niño, La Niña o neutro en sus versiones costera y del Pacífico central. Por ejemplo, en el verano de 2017 se presentó El Niño costero y condiciones neutras en el Pacífico central, mientras que en El Niño 1982-83 y 1997-98 presentaron condiciones tanto de El Niño costero como de El Niño en el Pacífico central. Estas combinaciones y las magnitudes correspondientes tienen asociados diferentes impactos en el Perú.
¿Cómo se presenta El Niño en Perú?
Aunque se trata de un evento natural que siempre existió y que ocurre cada cierto tiempo en nuestro país con diversa intensidad, las investigaciones científicas mejor documentadas se refieren a los episodios ocurridos en los años 1982-1983, 1997-1998, 1925 y 2017, que tuvieron efectos más devastadores, sobre todo en las regiones de la Costa norte.
En cada uno de esos periodos El Niño costero provocó lluvias torrenciales prolongadas que generaron a su vez el incremento desmesurado y desbordes de los ríos, así como huaicos y deslizamientos que provocaron pérdida de muchas vidas y cuantiosos daños materiales expresadas en la destrucción de viviendas, colegios, establecimientos de salud y todo tipo de infraestructura vial; campos de cultivo inundados con pérdida completa de cosechas; enfermedades derivadas del desastre, entre otros efectos negativos.
El más reciente episodio de El Niño costero acontecido en 2017 dejó enormes secuelas negativas y, seis años después, continúan las intervenciones del Estado, gestionadas por la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC) para atender a los damnificados y rehabilitar la infraestructura devastada por este fenómeno.
El Niño y el cambio climático
Expertos como Ken Takahashi, investigador científico principal en el Instituto Geofísico del Perú (IGP) y uno de los expertos más destacados en el estudio de El Niño a escala mundial, sostiene que no puede afirmarse que los eventos El Niño de 1997-1998 y El Niño costero de 2017 fueron extraordinarios en cuanto a sus indicadores por influencia del cambio climático.
Considera que recién se están comenzando a publicar investigaciones referidas a lo que se denomina “atribución”, es decir, detectar un cambio en la frecuencia de El Niño y, en adición, determinar si existe responsabilidad o no del cambio climático.
“Estadísticamente, es difícil hacer la atribución, ya que la señal del cambio climático es muy débil para afirmar que influye en El Niño, sobre todo si nos referimos al caso de eventos extremos. Los eventos El Niño en 1982-1983 y 1997-1998 fueron los más grandes registrados, pero fueron similares a El Niño en 1877-1878 en el siglo XIX. Por sí solo, esto no sería evidencia sólida para decir que la frecuencia de eventos extraordinarios de El Niño ha aumentado. La estadística es muy pobre”, describe Takahashi.
No obstante, sostiene que los impactos de El Niño sí pueden ser peores debido al calentamiento global, el cual es un síntoma del cambio climático.
“Conforme el planeta se vaya calentando, si un evento El Niño en el presente produce un calentamiento de 1 °C en un año dado, en el futuro esa misma fluctuación, sumada al calentamiento global, alcanzaría mayores temperaturas, lo que produciría más impactos por golpes de calor, por ejemplo. También se espera que para un mismo calentamiento de El Niño se produzcan en el futuro lluvias mayores. En consecuencia, los impactos de El Niño podrían ser peores, aun cuando El Niño en sí como fluctuación no haya cambiado”, refiere Takahashi.
Por su parte, Ivonne Montes, también científica del IGP y miembro de la Red Global del Oxígeno Oceánico (GO2NE), iniciativa de la Comisión Oceanográfica Internacional de la Unesco (COI-Unesco), coincide con Takahashi y agrega que no se tienen investigaciones contundentes que permitan determinar en retrospectiva la influencia del cambio climático en eventos pasados de El Niño. “Lo que sí se tiene son las proyecciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas, cuyos modelos sugieren con confianza media que es posible que, en el futuro, se registren eventos El Niño más frecuentes y posiblemente se intensifiquen los peligros”, anota.
En ese contexto, Montes advierte el reto que supone para la ciencia establecer modelos que reflejen y pronostiquen las condiciones climáticas y, por supuesto, permitan pronosticar con mayor certeza la ocurrencia de El Niño. “Este es un evento que repercute en diversas zonas del planeta. Por ello, comprender su dinámica a escala global y regional es clave, y más aún en el contexto del cambio climático. Este es el reto que tenemos en el caso del Perú”, destaca.
Un modelo regional para comprender y pronosticar El Niño
El IGP, organismo adscrito al Ministerio del Ambiente (Minam), realiza una labor vital en la comisión Enfen. Su aporte está orientado principalmente al análisis de las condiciones atmosféricas y oceánicas en el marco de la actividad “Generación de modelos climáticos para el pronóstico de la ocurrencia del fenómeno El Niño”, Programa Presupuestal por Resultados 068: Reducción de vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres.
Así, esta institución viene trabajando en la implementación de un modelo regional para el pronóstico de El Niño en el Perú, de mejor resolución en comparación con los modelos globales y de alta confiabilidad.
Kobi Mosquera, científico del IGP y representante de este organismo en la comisión Enfen, comenta que el modelo tiene como base el intercambio constante de datos del océano y de la atmósfera a una escala regional.
“No se puede hacer el pronóstico de El Niño frente a la costa del Perú estudiando de manera independiente las variables atmosféricas y oceánicas. Este es un sistema acoplado y el modelo regional integra datos de ambos sistemas. Ahora, para armar el modelo regional se emplea información de un modelo más grande, el cual suministra las llamadas condiciones iniciales y de frontera. El reto que tenemos en IGP es construir un modelo que pueda pronosticar El Niño o La Niña frente a la costa peruana con un alto grado de confiabilidad para beneficio de la población y los tomadores de decisiones”, sustenta Mosquera.
Montes agrega que el modelo estará funcionando y generando pronósticos de El Niño para la comisión Enfen a más tardar en 2025; sin embargo, el equipo integrado por ella, Kobi Mosquera y otros científicos del IGP espera tenerlo listo antes.
“Es un trabajo que nos ocupa mucho esfuerzo y tiempo, pero confiamos que obtendremos los resultados esperados, es decir, poder pronosticar El Niño con una antelación de 6 o 12 meses. Por ahora, las pruebas efectuadas con datos de los últimos 20 años nos vienen dando un porcentaje de confianza de más del 90 %, lo cual es muy bueno y alentador”, comenta finalmente.(Informe desarrollado por Andina )
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