
Chiclayo en Línea. - Jonathan Golergant, rector de la Universidad Tecnológica del Perú (UTP), explora acerca de la capacidad de observar con honestidad, y de asumir con responsabilidad nuestro papel en los logros y en los errores.
Uno de los retos más complejos del liderazgo es lograr un equilibrio entre observar lo que ocurre en el entorno y revisar, con la misma honestidad, nuestras propias decisiones. En palabras de Jonathan Golergant, rector de la Universidad Tecnológica del Perú (UTP), “un buen líder no puede mirar solo por la ventana para identificar lo que sucede afuera; también debe mirarse al espejo y asumir su parte”.
Esta idea se vincula con un concepto conocido en psicología como el error fundamental de atribución. Es decir, la tendencia que tienen las personas a explicar sus éxitos con base en factores internos, como el talento o el esfuerzo, y sus fracasos con base en factores externos, como la mala suerte o el contexto adverso. Es como cuando perdemos un vuelo y culpamos al tráfico, a la aerolínea o al personal aeropuerto, sin considerar si salimos con el tiempo suficiente o si dejamos margen para imprevistos. Algo similar puede ocurrir en las organizaciones. “Cuando los resultados no son los esperados, solemos buscar explicaciones fuera de nosotros, sin revisar si podríamos haber hecho algo diferente”, comenta Golergant.
Cuando se trata de evaluar a otros, el patrón suele invertirse. Atribuimos sus errores a una falta de capacidad o compromiso, y sus aciertos a circunstancias favorables. Allí aparece una “doble vara”. En el ámbito del liderazgo, este sesgo puede ser especialmente perjudicial. No solo limita el aprendizaje individual, sino que debilita la confianza en los equipos.
Desde esta perspectiva, liderar implica desarrollar la capacidad de ejercer una “doble mirada”. Cuando las cosas van bien, mirar por la ventana significa reconocer a quienes hicieron posible el logro, valorar el trabajo en equipo y los factores externos que contribuyeron al resultado. Cuando algo no sale como esperábamos, mirar al espejo implica preguntarnos qué podríamos haber hecho mejor, qué no vimos o qué dejamos de hacer.
Como líderes, el éxito o el fracaso de los demás no nos es ajeno. Liderar implica hacerse responsable por las condiciones que rodean a quienes forman parte del equipo. Si una persona no logra los resultados esperados, no basta con preguntarse qué hizo mal; también debemos preguntarnos qué hicimos, o no hicimos, para acompañar su proceso de forma efectiva.
Este ejercicio no es solo una herramienta de autoconocimiento, sino una condición para construir equipos más sólidos y culturas organizacionales más justas. “El fracaso de un colaborador no siempre es una falla individual. También puede reflejar aspectos del proceso, de la comunicación o del acompañamiento que brindamos como líderes”, sostiene el rector.
Asumir con serenidad nuestra responsabilidad, tanto en los aciertos como en los errores, nos permite aprender, fortalecer la confianza y contribuir al desarrollo de otros. Mirar por la ventana y al espejo no es un gesto de control, sino un compromiso con el crecimiento compartido.
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