Chiclayo en Línea.- El Perú no es el mismo que a inicios de mes. Ha dado un giro de magnitudes producto de las multitudinarias movilizaciones lideradas por la Generación del Bicentenario que derrumbaron al Gobierno ilegítimo de Manuel Merino en apenas seis días. Le jalaron la silla, cuando ni siquiera terminaba de sentarse bien en palacio.
La masa terminó poniendo en la conducción del Ejecutivo y del Congreso a una minoría parlamentaria que se convirtió en mayoría política en tan solo una semana. Y la mayoría parlamentaria no puede hasta hoy ejercer porque se ha convertido en minoría política, en medio de una gran crisis de sus partidos vacadores calificados de golpistas. Corren el gran riesgo de desaparecer del mapa político al son de un voto de castigo en abril del 2021.
¿Qué significa eso? Que la representación política peruana, que venía en crisis desde hace buen rato, terminó de volar por los aires. No por gusto, la primera consigna de las protestas junto a la de “No a la vacancia” y “No al golpe”, fue la de “Merino no me representa”. Se ha abierto de este modo una disputa por la representación política de este movimiento, al menos de cara a las elecciones generales ya convocadas. Y de esa lid han quedado fuera la mayoría de partidos.
Más allá de las diversas consignas que se fueron desplegando al calor de los días de movilización, aludiendo incluso a un cambio constitucional, la esencia de este movimiento histórico de la sociedad peruana es de carácter democrático, en relación directa con la polarización entre golpismo y no golpismo. Por ello, el proceso electoral de abril tiene grandes posibilidades de seguir marcado por esta polarización. A la calle de noviembre de 2020, le seguiría la urna de abril de 2021 en esta misma lógica.
En tal contexto, la intervención de Martín Vizcarra en el proceso electoral, como él mismo ha anunciado posible (independientemente de la valoración que podamos hacer de él como político y de la investigación preliminar que tiene en la Fiscalía), tiene toda la potencialidad para agudizar esa contradicción expresada en los días en que millones le decían no al golpe gestado por la conspiración de la ultraderecha de la Coordinadora Republicana y los vacadores del Congreso en complicidad con grandes empresarios, varios de sus gremios y medios de comunicación.
Y no solo porque el expresidente terminó abruptamente su Gobierno con nada menos que el 77 por ciento de aprobación, sino porque puede ser visto como la víctima de una conjura. Ojo que el Congreso destituyó a Vizcarra con el 8 por ciento de respaldo ciudadano a la vacancia, sin importarle el 91 por ciento en contra. El voto por Vizcarra sería en tal caso, una lección final para quienes asaltaron el poder en plena pandemia.
Si Vizcarra finalmente toma la decisión, y las autoridades electorales le dan luz verde, se ubicaría en el objetivo general de terminar de derrotar a los golpistas. Y aun cuando la crisis de representación esté lejos de resolverse, Vizcarra se podría ubicar en una línea de continuidad que va del “Merino no me representa”, al “Vizcarra me puede representar”. Y esto cabe hasta si seguimos la tesis del mal menor.
Dicho de otro modo, una presencia de Vizcarra en el proceso electoral dispararía el componente plebiscitario, es decir el voto de castigo a los responsables del golpe en la lógica de que quien vota por Vizcarra, castiga a los golpistas.
Si Vizcarra finalmente postula, se modificaría el cuadro político electoral dramáticamente. Además de la lucha contra la aventura golpista como él mismo llama a su salida del poder, va a defender las reformas política y judicial que inició en su gobierno, reivindicando el Referéndum de diciembre de 2018 y el cierre del Congreso del 2019. Así, todo lo que hemos vivido desde que explotaron los casos Lava Jato y Lava Juez se concentraría en el acto electoral de abril. Lógicamente, el partido que reciba a Vizcarra tendría grandes oportunidades de obtener una buena presencia parlamentaria, e incluso -dependiendo de la casa política – hasta de ganar el gobierno.
Precisamente, uno de los problemas a resolver por Vizcarra en esta posible candidatura es el vehículo electoral que usaría. Somos Perú le tendió el primer puente. Daniel Salaverry y los dirigentes de este partido saben que les conviene. Es la diferencia entre desaparecer o relanzarse como fuerza política. Sin embargo, sería incoherente que el expresidente postule por alguna de las tiendas que han sido marcadas como vacadoras o golpistas, y Somos Perú tiene esa marca.
Desde esa lógica, las posibilidades de Vizcarra se reducen casi a tres organizaciones políticas. Las tres que claramente se opusieron al golpe y apoyaron en mayor o menor medida las movilizaciones ciudadanas. Me refiero al Partido Morado, al partido de George Forsyth o la izquierda que lidera Verónika Mendoza. No veo postulando a Vizcarra por partidos pitufos como RUNA o Democracia Directa que no dan la talla para las elecciones.
Supongamos que fuera en la lista de Forsyth. Además de tener tribuna como parlamentario y espacio para defender la política que desarrolló como presidente, varios sectores ven al exfutbolista y exalcalde de La Victoria como el candidato vizcarrista desde antes del golpe. Pareciera hasta que se trata del espacio natural de Vizcarra.
Del lado de los Morados, las puertas están por ahora cerradas. Julio Guzmán ha dicho que la postulación de Vizcarra le parece un error. Y a pesar de su pragmatismo, se percibe claramente el temor de que opaque al candidato presidencial y al propio partido en su conjunto.
¿Se imaginan que Vizcarra saque más votos para el Congreso en Lima que Guzmán para la presidencia en primera vuelta? Ese celo es muy fuerte aun cuando sepan que Vizcarra contribuiría en gran medida al tamaño de la bancada morada. Prefieren mejor apoyarse en los varios cuerpos de ventaja que le han sacado al resto en esta coyuntura. Por eso les descuadra la posible candidatura de Vizcarra. Pero en cambio, si los Morados lo fichan, se incrementan aún más sus posibilidades de ganar la elección, porque ahora que Sagasti es presidente, se les ve como una fuerza de gobierno. Y esto en política es bastante.
El riesgo es que se produzca un voto cruzado Guzmán presidente, Vizcarra al Congreso (esto también puede pasar con otras tiendas). En este escenario, la presencia parlamentaria de los Morados sufriría un impacto negativo. Serían los primeros damnificados de la candidatura de Vizcarra. Así ganen la presidencia, sabemos que en nuestro sistema político no es nada bueno para el partido de gobierno no tener la mayoría parlamentaria, o lo más cercano a esto.
En el caso de la izquierda que lidera Verónika Mendoza (acuerdo político entre Nuevo Perú y Juntos por el Perú) es poco probable imaginar a Vizcarra en su lista al Congreso. Buena parte de su dirigencia y militancia han considerado a Vizcarra todo este tiempo como enemigo principal. No veo la flexibilidad táctica para incorporar al expresidente.
Al igual que el impacto en los Morados, la candidatura de Vizcarra en una lista parlamentaria puede tener tal arrastre que disminuya la presencia congresal de Juntos por el Perú. Esto sumado a un problema adicional: Verónika Mendoza y su equipo de campaña han priorizado como objetivo táctico una segunda urna para un referéndum constituyente en las elecciones de abril.
Me da la impresión de que ganar la presidencia queda en un segundo plano, lo cual puede ser un grave error porque lo que está en disputa es el gobierno. Mendoza podría quedarse sin soga ni cabra, pues es bastante difícil en política plantearse dos objetivos tácticos en un mismo periodo. Además, la participación de Vizcarra en la campaña, al exacerbar la polaridad golpe/ no golpe, podría también poner de lado la campaña por una Nueva Constitución.
En fin, la mejor posibilidad que tiene Vizcarra es que postule en la lista de Forsyth. Y si finalmente se concreta su presencia en el Congreso, es posible que las consecuencias no solo se vean en el corto plazo, como vimos más arriba con el castigo a los golpistas, sino también para el mediano y largo plazo.
Si Vizcarra entra al Congreso, es posible que lo pueda presidir, y esa posibilidad, después de haber sido destituido por el propio Legislativo, tendría un significado político importantísimo. Asimismo, entrarían en perspectiva las elecciones presidenciales del 2026. Casi que Vizcarra iniciaría una campaña presidencial de cinco años. De seguro ha evaluado que no puede desaparecer de la escena tanto tiempo y que en el Congreso acumularía mucha fuerza política. Es decir, además de enrostrar a los golpistas que el pueblo lo pone en la presidencia del Congreso, sus posibilidades de una candidatura fuerte para el 2026 se agrandarían.
Eso sí, desde varios sectores van a querer descalificarlo por sus casos en la Fiscalía por más que él siga diciendo que no se opone a las investigaciones. Su punto débil es que quede como alguien que busca impunidad y de eso tiene que distanciarse totalmente. Aunque dudo que esta investigación fiscal - aún preliminar - afecte sus posibilidades electorales de corto plazo.
En suma, si Vizcarra toma la decisión y su candidatura prospera, produciría un sismo político en términos de un nuevo realineamiento de la disputa electoral. Por:
(Carlos A. Bedoya – Otra Mirada.pe)
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