Chiclayo en Línea.- La llamada Triple Frontera que el Perú comparte con Colombia y Brasil, además de la frontera con el Putumayo, ha sido desde el siglo XIX la “frontera caliente” de nuestro país en la Amazonía, incluso más “caliente” que la frontera con Brasil en Madre de Dios y con Ecuador en la Cordillera del Cóndor, en la Región Amazonas.
En esta Triple Frontera la ciudad brasileña más importante es Tabatinga. Colombia tiene a Leticia (fundada por peruanos en el territorio perdido) como un verdadero contrapeso económico, político y geopolítico).
La isla pobre y marginal de Santa Rosa en las orillas del Amazonas peruano es el símbolo y la representación no solo del abandono fronterizo por parte del Perú, sino la muestra de la pésima negociación de la diplomacia peruana del Tratado Salomón-Lozano que permitió que las tierras altas no inundables fueran cedidas a Colombia y el Perú, por su lado, recibió las tierras bajas que cada año se ahogan con la diluviales crecientes del poderoso Amazonas y donde, como es de suponer, existen severas limitaciones naturales para la formación de asentamientos humanos y desarrollo económico. La precariedad de Santa Rosa, que flota con la inundación anual, es el ejemplo más patético de esta historia.
En la Triple Frontera está el llamado Trapecio Amazónico, un espacio territorial de 100 mil kilómetros que el Perú perdió a favor de Colombia con el Tratado Salomón-Lozano firmado entre el Perú y Colombia el 24 de marzo de 1922, ratificado por el Congreso de la República el 20 de diciembre de 1927. Gracias a este acuerdo diplomático Colombia ganó salida al Amazonas.
El Tratado Salomón-Lozano, suscrito durante la dictadura de Augusto B. Leguía, fue el resultado de la extraordinaria habilidad del diplomático colombiano Tadeo Lozano que persuadió y convenció a Leguía de su rol providencialista y de gran estadista para resolver los conflictos que enfrentaban nuestros países a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Tadeo Lozano, el hábil diplomático colombiano, le vendió la ilusión a Leguía de que pasaría a la historia como el artífice de la paz y la concordia en América Latina.
Pero el Tratado Salomón-Lozano también fue obra de la diplomacia estadounidense, de los embajadores en el Perú, William E. Gonzáles y Miles Poindexter, que siguiendo las órdenes de Washington, ejercieron una enorme e irresistible presión sobre el gobierno peruano. La cesión de territorio peruano a Colombia era la forma de cómo EE.UU resarcía a Colombia el territorio de Panamá arrebatado en 1903.
La Triple Frontera sigue caliente
Pese a los tratados y proyectos de desarrollo binacional, la Triple Frontera sigue “caliente”. La presencia de los disidentes de las FARC, en el Putumayo y ahora de una nueva guerrilla que se ha levantado en armas contra el gobierno colombiano de Iván Duque en el Putumayo y el resto del territorio amazónico de ese país, permiten avizorar próximos conflictos armados.
Pero no solo conflictos armados amenazan a la Triple Frontera, donde el estado más débil y carente de una visión geopolítica es el peruano, sino sobre todo el reino de la ilegalidad. Porque en esa Triple Frontera, mayormente en el lado peruano, existen todos los tráficos: drogas, alimentos, combustibles y tráfico humano.
Desde los años noventa, por efecto de la presión militar y policial en las zonas de producción de drogas en los Valles del Río Apurímac-Ene-Mantaro (VRAEM), los cárteles del narcotráfico se desplazaron hacia el llano amazónico, a la zona peruana de la Triple Frontera y expandieron los sembríos de la coca Epadú, con menos contenido de alcaloide que la coca del Alto Huallaga.
En la primera década del siglo XXI, se estimó que solo en la provincia de Ramón Castilla, cuya capital es Caballococha, había más de 10 mil hectáreas de sembríos de coca Epadú. Frente a la expansión del cultivo y el incremento de la producción de PBC y cocaína, el gobierno decretó en el año 2014 un estado de emergencia en la provincia. Pero sus efectos fueron, como siempre ha ocurrido con la política de drogas, mayor extensión y crecimiento con el “efecto globo”, se presiona en un lado, y se infla y se expande en otro.
Actualmente el mapa de la droga está cambiando. El epicentro del narcotráfico se está desplazado desde Ayacucho y el VRAEM hacia la cuenca del Ucayali, teniendo como capital de la droga en el Perú a la ciudad de Pucallpa. Este nuevo mapa dinamizará el narcotráfico en la Triple Frontera donde los amos del narcotráfico son los jefes de los cárteles colombianos.
El FREPAP y los Israelitas del Nuevo. Pacto en la Triple Frontera
De acuerdo al Censo Poblacional del año 2017, la Provincia loretana de Ramón Castilla, con Caballo Cocha como capital, tenía en el año del censo 49,072 habitantes. De ese total de población, aproximadamente 30 mil habitantes son miembros de Frente Popular Agrícola del Perú (FREPAP) y de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (AEMINPU), concentrados en la capital, Caballococha, y en las colonias y distritos del Yavarí, de Pebas, San Pablo y otras colonias. El resto de la población, incluyendo los indígenas Ticuna, está dispersos y desorganizado, sin ninguna fuerza social ni política.
En la actualidad, de acuerdo a un informe de Telémaco Gaviria, periodista y estudioso de la realidad fronteriza, la mayoría de los distritos y la capital provincial están bajo el control de los israelitas. El actual alcalde de la Provincia de Ramón Castilla es Rodolfo Díaz Soto (2019-2022).
Pocas veces a lo largo de su historia religiosa y política, los discípulos de Ezequiel Ataucusi Gamonal, han tenido tanto poder económico y político en sus manos como ahora en la Triple Frontera. Hay que sumar a la nueva parlamentaria por Loreto, la israelita Luz Milagros Cayguaray y al Consejero del Gobierno Regional de Loreto, el también acólito de Ezequiel Ataucusi Gamonal, Jesús Jango Tirado.
Poder político porque es la mayor organización social y religiosa sin ningún contrapeso, ni del propio Estado, en la frontera geopolítica más caliente de la Amazonía. La frontera de todos los tráficos.
Poder económico, porque son dueños y señores de latifundios autogestionarios agrícolas y ganaderos y también por estar vinculados a las actividades ilegales de la coca y el narcotráfico, según múltiples denuncias y testimonios del propio ex director de DEVIDA, Alberto Otárola.
Para muchos, la presencia de los militantes del FREPAP y creyentes de AEMINPU, en una de las fronteras más calientes de la Amazonía con una economía narcotizada, es como poner a cuidar a un zorro hambriento un gallinero repleto de gallinas gordas.
Para otros, menos pesimistas, el mesianismo andino de AEMINPU podría, bajo la presión de la realidad política y social del Perú del Bicentenario, anudarse al milenarismo y mesianismo de los pueblos indígenas amazónicos y comenzar un nuevo Ipámamu, un nuevo Pachacuty, en busca de la Tierra Sin Mal, de la Tierra Prometida amazónica.
Todo puede ocurrir en el Perú.( Por: Róger Rumrrill Otra Mirada)
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