Chiclayo en Línea.- En estos días la oposición al gobierno de Maduro debate no solo cuál será su posición frente al proceso electoral para elegir una nueva Asamblea Nacional en diciembre próximo sino también su propio futuro. Es decir, si continua con la tesis de que el “punto básico” de acuerdo entre estos sectores es “una estrategia de ruptura con el actual sistema” o si más bien como dice el periodista venezolano Leopoldo Puchi gana “la idea de (una) estrategia basada en acuerdos de convivencia y cohabitación de mediano y largo plazo con el sector actualmente en el gobierno”. Lo que está en cuestión, como dice Puchi, es si la “insurrección” sigue siendo el único camino para derrotar y sacar a Nicolás Madura del poder. Todo indica, como desarrollamos más adelante, que la división (por no decir fragmentación) de la oposición estaría marcado no solo el fin de esta estrategia rupturista que tiene como principal aliado a los EEUU y a los gobiernos de derecha en la región (el Grupo de Lima) sino también el agotamiento del liderazgo de Juan Guaidó autoproclamado “presidente interino” de Venezuela. Hagamos una breve cronología.
LA POLARIZACIÓN
En diciembre de 2015 la oposición al gobierno de Maduro ganó las elecciones a la Asamblea Nacional obteniendo 112 escaños de 167, superando así los dos tercios lo que le permitía plantear reformas constitucionales. El problema vino después cuando el Tribunal Supremo de Justicia le quitó cinco escaños a la oposición. En enero de 2016, pese a la sentencia de dicho Tribunal, la Asamblea se instaló con la totalidad de los 112 congresistas de la oposición y 55 legisladores oficialistas. Son estos últimos quienes rechazaron su instalación y se retiraron de la Asamblea argumentando que dicha mayoría era ilegal. En mayo de 2017, en medio de las protestas (llamadas las “guarimbas”) el presidente Maduro convoca a una Asamblea Constituyente la cual es elegida en julio y en la que no participa la totalidad de la oposición. Se establece así una dualidad de poderes legislativos: por un lado, la Asamblea Nacional, y del otro la Asamblea Constituyente dando curso a una creciente polarización política tanto en el país llanero como en la región.
Desde ese momento hasta hoy Venezuela ha vivido y vive no solo una polarización política interna que se ha extendido al plano internacional y diplomático sino también la peor crisis de toda su historia. A los errores del gobierno de Maduro se le suma una política intervencionista del gobierno de Donald Trump y de sus operadores diplomáticos, como el Grupo de Lima, que viola el derecho internacional y que tiene como uno de sus resultados ahondar la crisis y el sufrimiento del pueblo venezolano.
En este proceso un punto de inflexión importante se produjo en enero del año pasado cuando Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional en ese momento, se autoproclamó “presidente interino”, conformó un gobierno también “interino”, desconoció al gobierno de Maduro, anunció el inicio de una “transición democrática” y la convocatoria a elecciones generales. Alrededor de 60 países “reconocieron” al “gobierno” de Guaidó, mientras que otros reconocían a la Asamblea Nacional como el “único poder legítimo” en Venezuela y al propio Guaidó como el único líder de la oposición en ese país. Incluso su “gobierno” fue reconocido por la OEA y logró tener un asiento en el BID. De otro lado, Guaidó nombró “embajadores” en varios países y asumió el control de las cuentas financieras y otros activos venezolanos en EEUU. Asimismo, demandó que se le apliquen mayores sanciones políticas y bloqueos económicos al gobierno de Nicolás Maduro.
A ello habría que sumar los constantes rumores de una posible invasión militar, los intentos fallidos de golpes de Estado, promover insurrecciones populares, de poner precio por la captura de Maduro o buscar asesinarlo, y hasta incluso el pintoresco conato de una “invasión extranjera” promovido por un grupo de mercenarios contratados por una empresa privada de Miami. Fue acaso el momento de máxima presión tanto de la oposición interna como de los EEUU y sus aliados internacionales.
LAS FRACTURAS DE LA OPOSICIÓN
Un dato importante en medio de ese contexto difícil fue el regreso a la Asamblea Nacional en setiembre del año pasado de 38 de los 55 congresistas oficialistas y el anuncio de que se estaba trabajando un acuerdo político entre el gobierno con un sector de la oposición. Un personaje clave en esa negociación fue el legislador de la Asamblea Nacional Stalin Gonzáles, militante del partido de Henrique Capriles y segundo vicepresidente del “gobierno” de Juan Guiadó. La tesis insurrecciona de Guaidó hacía agua. Tan es así que hace poco se ha visto obligado a decir que “desconoce de manera absoluta” las negociaciones “inconsultas” de Henrique Capriles y el diputado Stalin Gonzáles, de Nuevo Tiempo, con el gobierno de Maduro. Era la confirmación que la oposición al gobierno de Maduro se dividía en tres sectores dejando prácticamente solo a Juan Guaidó.
El primero en “romper palitos” con Guaidó ha sido Henrique Capriles que en el pasado fue el líder de la oposición a Hugo Chávez y que luego fue desplazado por el ala más radical encabezada por Leopoldo López del partido Voluntad Popular, el mismo partido en el que milita el “presidente interino”. Capriles le ha dicho a Guaidó que no puede jugar a ser presidente por internet.: "Nosotros no podemos seguir jugando a ser un Gobierno de Internet, usted es Gobierno o es oposición. No se puede seguir obviando la realidad que tenemos ante nuestros ojos. ¿Cuál es el plan? ¿Jugar a ser presidente por Internet?” También ha dicho que “hay que abrir caminos, lo que había se agotó. Estamos peleando para que las elecciones sean libres y democráticas. Es un falso dilema votar o no votar”. En ese mismo tono ha criticado a la oposición antichavista al decirle que sus líos internos no le interesan a "la mayoría de venezolanos", pues mientras la oposición se pelea, "el pueblo pasa hambre".
También el ala más radical antichavista ha roto con Guiadó. María Corina Machado, esposa de Leopoldo López, le ha dicho a Guaidó en un mensaje en las redes sociales que “ya no hay nada más para consultar”; que “estos criminales (se refiere a los chavistas) no solo salen con votos” y que no ha puesto en marcha el plan de “Paz y Estabilización”. En una carta dirigida a Juan Guaidó lo acusa de no haber construido una “opción de fuerza” y que para ello la “activación del TIAR revestía importancia”; es decir, de no haber propuesto una invasión contra Venezuela por una fuerza militar multinacional encabezada por EEUU y conformada por los ejércitos de los países de la región, sobre todo por los que integran el Grupo de Lima La soledad de este sector radical (al que pertenece Guaidó) es tan evidente que Elliott Abrams, un “halcón” anticomunista, experto en derrocar gobiernos no afines a los intereses norteamericanos y representante de Trump para los asuntos en Venezuela, le ha dicho a Machado que ella es “libre de decir lo que quiera”; que “vive un realismo mágico”, y que no creo que “eso sea una respuesta sensata a lo que la gente necesita. Hay que empezar desde las bases con los venezolanos”.
COLOFÓN
Cómo será el futuro político en Venezuela, es difícil saberlo. Pero creo que todos esperamos que estos cambios en la oposición interna venezolana, si son verdaderos, permitan encontrar una solución negociada y democrático a la crisis que vive hoy ese país. Ello implica no solo democratizar el proceso venezolano sino también terminar con las agresiones, sanciones y bloqueos externos, disolver el Grupo de Lima y practicar una diplomacia interesada más en la convivencia pacífica y en el derecho internacional que en seguir los dictados de la administración norteamericana, porque si algo demuestran estos hechos, más allá de toda opinión, es que el gobierno de Maduro ha logrado capear el temporal, la oposición no.
La otra posibilidad es que se persista en la tesis “insurreccional” (sobre todo si Donald Trump gana las próximas elecciones en EEUU) así como el reconocimiento internacional de que existe en Venezuela una “dualidad de poderes” y que Juan Guaidó es l “presidente interino” de ese país. Una consecuencia de ello sería una mayor internacionalización de la crisis venezolano en la región y en la cual Colombia jugaría un papel relevante.
• Hay que tomar en cuenta que ese país acaba de firma un nuevo “Plan Colombia” con EEUU lo que implica una generosa ayuda de varios miles de millones de dólares, una suerte de Plan Marshall. Hay que tomar nota que en el anterior Plan Colombia, firmado por los presidentes Clinton y Pastrana en los noventa, “el 80% de las ayudas económicas enviadas desde EEUU fueron destinadas a equipos y entrenamiento militar” (https://www.lavozdegalicia:20/08/18/) como también que el presidente colombiano Iván Duque, junto con Bolsonaro, es el principal aliado de Trump en la rfegión. En este contexto no hay que descartar que Colombia se convierta en la “Hondura de los años ochenta” cuando ese país fue utilizado por la administración Reagan como base de la contra nicaragüense. Por eso es importante apostar por el éxito del actual proceso de negociación entre el gobierno de Maduro y un sector de la oposición interna. A este proceso debería sumarse la cancillería peruana para dejar de ser un aliado más del EEUU de Donald Trump. (Por: Alberto Adrianzén M. Otra Mirada)
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